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Archive for the ‘Visitando a Baco’ Category

Hace algunos años, como dicen en las películas, en aquellas épocas de la preparatoria yo estaba en el grupo “A” junto con mi mejor amigo de aquel entonces y en el “B” estaban mi hermano y mi mejor amiga de todo el universo.

Yo más bien me juntaba con los compañeros del “B”, eran el “B” y Fhercha. Siendo parte de su círculo tan amplio de amigos, fui invitada a la fiesta navideña, la primera. Una amiga prestó su casa para ello, su padre no estaría ese día así que los ratones hicimos fiesta.

La situación comenzó tranquila, unos pocos habíamos llegado, buena música, un poco de cerveza. La anfitriona propuso un juego para amenizar el rato, la dinámica era describir a la persona de enfrente con una planta. Después cambiamos de juego a uno llamado “El cartero”, consistía en básicamente hacer confesiones a través de comentar algo que hayamos hecho y los que lo hubieran hecho también se movían de lugar.

Seguimos bebiendo, riendo y poco a poco la fiesta se fue llenando. En algún punto llegó un profesor muy querido por toda mi generación, junto con su esposa quien era encargada de la biblioteca de la escuela. Su presencia como mentor y amigo era todo un suceso, es de los pocos profesores que acuden a las fiestas de los alumnos aún al pasar de los años.

A su llegada, mi querido profe se encontraba muy nervioso con mi blusa (una prenda adquirida en Oaxaca, de esas que se usan con los hombros descubiertos). Su nerviosismo hizo que pasara más de la mitad de la fiesta subiendo la blusa a mis hombros y alegando al respecto.

Después de algunas horas, y con mucha más gente realizamos nuestro intercambio navideño. Cuestión que llevó aproximadamente una hora en la que todos seguíamos bebiendo y sumamente divertidos con los regalos. Mi hermano, jefe de grupo, dirigió unas palabras a todos los compañeros. Su estado etílico le permitió decir lo siguiente.

Hermano Fherchoso.- Ustedes son el mejor huevo… no, no, no. Son el mejor grupo. ¡A huevo!

No era el único que no podía expresarse, todos nos encontrábamos más o menos igual. Los accidentes comenzaron a ocurrir y varios vasos con contenido alcohólico fueron derramados y después fueron limpiados por aquellos en mejor estado.

El profe ya se había alcoholizado también y a partir de éste punto, pasó la otra mitad de la fiesta, bajando la blusa de mis hombros y alegando de nuevo pero con nuevos argumentos. Ahora era yo la nerviosa, traté de escabullirme lo más posible entre mis compañeros, su esposa estaba sumamente enojada  e intentaba controlarlo sin éxito. El novio de la anfitriona nos resguardó en el cuarto mientras ella lograba convencer al profe de que había llegado la hora de irse.

Mi mejor amiga y yo, sumamente cansadas y alcoholizadas, decidimos que para nosotras, era momento de intentar dormir. Apresuramos para conseguir un buen lugar en donde pasar nuestro letargo etílico; nos tocó la comodidad de una cama individual para las dos, solas en el cuarto. Todo giraba, había mucho ruido afuera; uno de esos momentos en que estás consciente pero tu cuerpo duerme.

Varios minutos después, una pareja irrumpió para tener un poco de obscuridad y soledad dentro del cuarto, ninguna de las dos pudo hacer algo al respecto y nos limitamos a desear quedarnos dormidas, de pronto un amigo entró a defender nuestro sagrado sueño y les pidió que salieran con palabras poco amables, después, se recostó a nuestro lado. Solos nosotros tres conciliamos el sueño.

Pasaron algunas horas, pocas, en las cuales habíamos descansado lo suficiente para estar listar para la huída. Mi consciencia despertaba cuando llegó a mis oídos un extraño sonido. Me detuve a pensar y concluí que sólo podía provenir de alguna pareja amorosa haciendo de las suyas mientras “dormíamos”. El pánico me inundó pues en la habitación estábamos solamente mi mejor amiga, mi amigo y yo. Mis conclusiones se apresuraron y ante la enorme duda decidí abrir los ojos, temerosa de lo que podía descubrir. Mi mirada se encontró inmediatamente con la de mi mejor amiga, en el mismo pánico que yo. Nada tenía sentido.

Mejor amiga Fherchosa.- Fhercha ¿Estás despierta?
Fherchosa.- Sí ¿Y tú?
Mejor amiga Fherchosa.-
Fherchosa.- ¿Qué hacemos?
Mejor amiga Fherchosa.- Pues vamos a salir
Fherchosa.- Bueno

Estando afuera, sumamente desconcertadas y sin saber qué hacer, descubrimos a otra amiga durmiendo en la sala, en un sleeping bag, con su novio. Los otros, que se habían quedado a pasar la noche estaban arriba en el cuarto del papá de la anfitriona.

Nuestra amiga estaba despierta, descubrió nuestras caras de pánico e incomprensión y se acercó a nosotras, que inmediatamente le pedimos ayuda sin confesarle lo ocurrido y ella accedió a entrar al cuarto para investigar si nuestro amigo estaba solo. No sabíamos cuál sería la respuesta, comenzamos a pensar que quizá su novia había llegado sin que nos diéramos cuenta, nos tranquilizó ése pensamiento.

Después de unos minutos de escuchar algunas voces, nuestra amiga regresó con nosotras y dijo.

Amiga Fherchosa.- Estaba él solo, no hay nadie más.

Una mirada entre mi mejor amiga bastó para comprender lo que había ocurrido ahí adentro y por supuesto no podíamos volver. Era demasiado temprano para que su madre nos rescatara de la situación, así que decidimos hacer unas llamadas telefónicas, pues sabíamos que otra fiesta se había llevado a cabo esa misma noche en casa de nuestro mejor amigo y algunos de nuestros compañeros salieron de una para ir a la otra.

Marcamos a la casa de nuestro amigo y nos contestó su mamá, Mara (también la extraño y dejó éste plano, once días antes que Alí).

Mejor amiga Fherchosa.- Buenos días ¿Se encuentra (amigo fherchoso)?
Mara.- ¿Quién habla?
Mejor amiga Fherchosa.- Ehm, soy… Alicia.
Mara.- Alicia, estamos durmiendo, llámale después.

Alicia es el nombre de otra compañera y dado que mi mejor amiga tenía intenciones románticas con el hijo de Mara, decidió culpar a alguien más para que no la odiaran cuando consiguiera su objetivo.

Tiempo después, Mara seguía molesta con Alicia. Estábamos formando un grupo teatral con Mara y Alicia así que sin más remedio tuvimos que confesar la situación ocurrida tiempo atrás. Fuimos perdonadas.

Finalmente, de esa fiesta navideña, logramos salir con vida aunque bastante traumadas.

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Solución Mixta

Sólo por esta semana, posteo en miercoles. La onda es que mañana jueves quizá este muy borracho para hacerlo.

…carajo, ¿en dónde vamos? Ya me duele el trasero. Puf, creo que todavía ando bien pedo. Hm, todavía faltan 40 kilómetros para llegar a Zacatecas. ¿Cuánto faltará para Casas Grandes? Ah, qué bueno, aquí están los cigarros. ¿Quien anda allá en el fondo? Pinche autobús, no vale madre, se mueve como el Arca de Noé. Chingado, creo que más bien es que ando bien pedo. Ja, ¿quién es este idiota que se durmió en el pasillo? Hmmm, es la Verito. A ver, le voy a echar este sleeping para que no se congele, esta macizo el friecito. Chin, le pise una mano, menos mal que no se despertó. ¿De quién sería ese sleeping?

-¿Qué pedo, pinche Dai?
-Ora puto, me asustas. ¿Quién chingados trae el desmadre allá en el fondo?
-Sabe, pero mejor ni vayas porque creo que una morra vomitó. Dame un cigarro.

El Mono saco con manos temblorosas un cigarro, lo encendió y aspiro el humo casi con desesperación. Cerró los ojos, se recostó en su asiento y con la luz del alba pude ver su frente hinchada y enrojecida.

-Pinche Mono, eres un imbécil… abusado, no me vayas a quemar con el cigarro.
-Me duele un chingo la frente.
-Y cómo no, estuvo bueno el madrazo. Pobre Paqui, creo que la traumaste de por vida.
-¿Por?
-¿Como “por”? No seas cínico, cabrón. Que pinche frío, pásame el cigarro.
-Neto, es que no me acuerdo de nada. Bueno, me acuerdo que íbamos bailando en los asientos, pero luego pfft, borrón.
-Te desnudaste, bailaste sobre Paqui, azotaste su cara con tu pito. Luego ella, enardecida, te abofeteó; perdiste el equilibrio y te pegaste en la frente con el borde del portaequipaje. Te vestimos y te trajimos a tu asiento.
-Ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja ja.
-Eres un cabrón. Oye, creo que llegamos a una caseta, vamos a mear.
-No es caseta, es retén. Chingado, yo también me estoy meando.
-Argh.
-Grrf.
-Oye, ¿no hay botellas vacías? ¿O una bolsa?
-No, y además con el zangoloteo de este camión no le vamos a atinar y se va a hacer un cochinero.
-Si, ¿verdad? ¿Y si meamos por la ventana?
-Pero los choferes siempre se enojan.
-Quítate pues, yo si voy a la ventana que ya no aguanto.
-Me estás pisando, animal.
-Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
-¡Cierren las ventanas, que está lloviendo! –gritaron al fondo del autobús.

12 horas después, ya estamos en Casas Grandes. Antes de hacer cualquier cosa, vamos al expendio a abastecernos de parque: un 24 de Tecate roja de 16 onzas para cada quien, dos galones de mezcalito, muchos cigarros. Una rápida visita a J-ipi para conectar un poco de mota. Ahora sí, a montar la tienda de campaña, registrarse para el congreso, buscar algo de comer, fumar un gallo, recostarse a ver el atardecer.

Dos días después.

-Oye Mono, ¿te das cuenta que llevamos como 3 días bien pedos?
-Sí.
-¿Y puedes vislumbrar alguna forma en que los tres días que faltan aquí no los pasemos aún más borrachos?
-No.
-¿Sabes cómo puedes saber si en la peda te cogiste a alguien? Dice la Verito que si recién levantado vas a mear y te sale el chorrito chueco, es que sí cogiste.
-Ah.
-Pero si eres morra, ¿cómo le haces?
-Pásame un bote.
-Busca en esa bolsa, este seis ya se acabó.

El panorama era un tanto cómico. Una muchacha dormía la mona con medio cuerpo fuera de su tienda de campaña –estaba tan ebria que simplemente no pudo entrar completamente-. El Boss ahuyentaba sin éxito las moscas que lo acosaban al tiempo que daba un largo sorbo a su bote de Tecate. Dos más dormían dentro de una tienda de campaña sin armar –imposible saber si nunca pudieron levantarla o en la borrachera la tienda se derrumbó-. Una mujer más dormía en una silla de plástico: algún bromista había vaciado un botecito de Kola-Loka sobre el zíper de la puerta de su tienda. Había pequeños manchones de vómito por doquier, los rescoldos de una fogata humeaban lánguidamente y un perro hacía tímidos intentos por llevarse los restos de comida que se acumulaban junto a un tambo de basura. Unos bóxers y una falda colgaban de la rama de un álamo; un condón inflado como globo se alejaba lentamente, como si fuera una planta rodadora del desierto.

El Ebrick apareció en el horizonte. Sus lentes obscuros sólo acentuaban más su desgarbado andar, a leguas se notaba que estaba bien arriba. Cuando por fin llegó hasta nosotros, tomó una silla de lámina, se sentó sobre ella con el respaldo hacia el frente y nos miró con aire triunfal. Esperamos pacientemente a que las palabras salieran de su boca, hasta que al final el Boss rompió el silencio.

-¿Tú qué?
-Nada.
-Como nada, pinche mamón –tercié. -Esa risita pendeja no es de gratis.
-…..
-Pinche Ebrick, ya afloja pues- dijo el Mono.
-Pssssss… es que fui a la farmacia.
-¿Y a nosotros qué? Neta que yo ya no quiero nada más, estoy tan pedo que no me puedo ni levantar, y eso que me dieron muchas ganas de darte un zape para que quites esa cara de imbécil que traes.
-Seguro trajo Benadrex –dijo cansinamente el Boss.
-Noooo muchachos, que pasotes con esos zapatotes. Chaaale, ya no hay temor a Dios ni respeto al latino.
-Déjate ya de mamadas y desembucha. Dai, pásame un cigarro –dijo el Mono.
-Psssssssssssssssssssss es que si saben que soy paramédico, ¿no? Ahhhhh verdad, esa no se la sabían- Se puso de pie, abrió su mochila y sacó una botella de plástico que contenía un liquido transparente- Miren, el elixir de la eterna borrachera.
-Bájale mamón- dijo el Mono.
-Neta que siiiiiiii campeones. Se llama Solución Mixta, y la usamos para estabilizar pacientes en shock. Ya saben, atropellados y ondas así. Se pone intravenosa.
-……..
-No me miren así, psssssss de cuando acá tanta desconfianza, también se puede tomar, no es a fuerzas inyectada…. A ver, pásenme ese vaso y les sirvo.
-No mames Ebrick, neta que así estoy bien, déjame con mi peda- dije con enfado.
-Ahhhhhhhh psssss neta que no te vas a arrepentir.

No sé que me llevó a creerle. Quizá el hastío, quizá el alcohol que le había metido a mi cuerpo en 4 días, quizá el hecho de que en 3 días había dormido 5 horas, quizá la mariguana. Tomé el vaso, le sacudí las hormigas que había dentro y se lo di. Durante un momento contemple con escepticismo ese líquido transparente y con ligerísimo olor a mar. Luego, cerré los ojos, y vacié todo el vaso de un trago. Puaj, que asquerosamente amargo, que mierd…

Maravilla de maravillas.

Súbitamente me sentí pleno de vida, listo para afrontar cualquier peligro. La pesadez de mi cabeza desapareció por completo, mi cuerpo se llenó de energía. Fue como despertar completamente descansado, fue como… salir del shock. El Mono y el Boss me miraban entre divertidos y curiosos, con expectación.

-Ay, puto.
-Tsssssssssss ¿quióbo mi Dai? ¿Esta chido o no?
-A ver Ebrick, préstame la botella. ¿Qué chingados es esta madre?
-Ohhh pues allí dice…. Apréndanselo mis niños: Solución Mixta

Al principio bebían con desconfianza, el sabor no ayudaba mucho, pero finalmente todos tuvimos nuestra dosis. Intercambiamos miradas de asombro y regocijo. Ante nuestros ojos se extendía la posibilidad de prolongar una borrachera hasta el infinito: si nos sentíamos al borde del colapso alcohólico, sólo era necesario tomar un poco del elixir y seguir la fiesta. Y también funcionaba para solucionar esos inconvenientes estados en los que uno puede llegar a caer cuando abusa de la mariguana.

Así, gracias a la solución glucofisiológica, pudimos tomar la suficiente cerveza para construir con botes vacios una pirámide de 2 metros de altura, para luego destruirla usando al Mono como bala de cañón humana. Entre tantas y tantas cosas que hicimos con los poderes obtenidos.

Fui tan feliz.

Solucion Mixta

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El Vaso de Batman

Cuando tienes 16 años, todo te parece poco: Tener solo una novia, jugar futbol, faltar a 2 clases… Y pocas cosas son tan emocionantes como enfrentarte a litros de alcohol por primera vez.

Ya no estás en la reunión anual de la familia, no eres limitado a una copita insignificante de rompope, designada para soportar las próximas horas de fiesta. Ya eres todo un adulto, según tu cerebro adolescente, y confías en salir victorioso.

Ahora, falta un pretexto para juntarte con tus otros amigos y llenar tu sistema circulatorio de toxinas que embotarán tus sentidos. Da la casualidad de que ha terminado el año escolar y la ocasión amerita una pequeña fiesta en casa de uno de tus compas.

Te diriges a la vinatería más próxima a la escuela, y ante la increíble cantidad de botellas, marcas, colores, olores y precios; sólo atinas a pedir un six-pack de New Mix (tequila con refresco de toronja). Con más miedo que emoción, viajan 3 mocosos rumbo a la pérdida de su inhibición.

Llegando al lugar designado, se encierran en el cuarto y ante la falta de experiencia, tu amigo lleva aquellos inolvidables vasos de Batman, que conseguías en la tienda o en el camión repartidor con 3 corcholatas + 10 pesos. En aquel momento, esos vasos significan más que un trofeo de la infancia, es el símbolo de tu paso hacia la madurez, de poder presumir ante otros que sabes lo que se siente y que podrías soportar el legendario Maratón Guadalupe-Reyes.

Mientras miran en VHS la película Shrek, un hormigueo en la boca te hace sonreír y seguir bebiendo, pronto se olvidan de la película y las bromas no se hacen esperar. Un mareo crece en tus sienes y piensas que bebiendo de aquel viejo vaso de Batman ayudará, total, desde que te serviste hace más de 2 horas, no le has visto el fondo, así que no hay problema. Lo que no sabías (y de lo que te enteraste años después) fue que mientras tú estabas distraído, tus “amigos” volvían a llenar el enorme vaso, así que mientras tú, iluso escuincle puberto, creías que seguía siendo la primera porción, cuando en realidad, llevabas más de 4 vasos ingeridos.

Por supuesto, la ingesta de tanto líquido provoca la relajación de esfínteres y las ganas de realizar necesidades fisiológicas. El problema es que los 3.45 metros que separan la puerta de la habitación con la puerta del baño, parece más larga y complicada, sobre todo por la cantidad de curvas y oscilaciones que más o menos puedes ver y el hecho de que la madre de tu amigo está justo frente a ti, lavando trastes a unos pasos de dicha puerta. Pero tus ganas de ir al baño son mayores, tras un par de resoplidos para darte valor y tratar de caminar lo más natural y derecho posible, saludas rápidamente a la señora y entras al borde del colapso al baño. Cuando terminas tus labores fisiológicas, sales con mucha mayor seguridad y algo repuesto tras eliminar toxinas. Vuelves al cuarto de la perdición y sigues bebiendo ya sin importarte si le ves el fondo al vaso o no (al día siguiente te cuentan la triste realidad: que te ibas agarrando de todos lados y no diste más de 2 pasos en línea recta, ante la risa de la señora de la casa).

Y entonces, estás viendo por la ventana, y al siguiente momento, estás llorando desconsoladamente en la cama, boca abajo y la mano de tu amigo en el hombro. La peor parte es que no sabes por qué lloras, y sin poder detener  las lágrimas, preguntas:

-Wey, ¿por qué estoy llorando?

-Nada, nada, tranquilo…

8 años después, durante una reunión nocturna con aquellos mismos 2 amigos que estuvieron en el lugar, te cuentan la verdad acerca de tu llanto: llorabas porque no eras Argentino.

Notas entre las neblinas y el mínimo enfoque que logras, el rostro de tu amigo serio, enrojecido y obviamente con la facha de un borracho en estado vegetal. Te secas como puedes la cara llena de caminitos hechos por el llanto en las mejillas mientras entra el amigo 2 con una jerga y un bote de plástico, normalmente usado para recolectar agua.

Ante tu sorpresa, comienza a limpiar vómito justo a los pies de la cama y no puedes evitar sentirte culpable a pesar de no recordarlo. Los mareos vuelven y la habitación gira tan rápido que cuando te das cuenta, lo único que ves es el color azul del bote de plástico a tu alrededor y el eco de tus propios sonidos guturales que ayudan a la expulsión de lo que traes en el estómago.

Te sientes terriblemente avergonzado, y más cuando la madre del amigo # 2 le da un café para que te lo tomes, recuperes coordinación, se vayan los temblores que aquejan tu delgado y pálido cuerpo y  regreses a casa lo más pronto posible.

Apuras el brebaje, que de sabor a café no tiene nada y sólo tienes una fiesta de degustaciones amargas en la boca. Cuando te pones en pie y notas que estás suficientemente consciente para caminar a casa, decides que ha sido bastante y en definitiva, piensas decirle a todos que no cuenten contigo para el maratón.

Tu casa está a 10 minutos de donde se borró tu casete de memoria durante 2 horas, y cuando llegas, tu madre reconoce enseguida los signos inequívocos de tu estado físico y mental. Casi te lleva a escobazos al baño para que tu padre, quien está cenando en el comedor, no se dé cuenta y la acompañes a Suburbia (tienda de ropa y accesorios). Mientras van en el transporte público rumbo a la sucursal, ella te va regañando en voz baja y pellizcando todo el brazo, como si eso ayudara a tu actual condición y le bajara el enfado. Ojala pudieras describir el asco y vértigo que te produjo entrar a la tienda por la sección de perfumería (obviamente, acción planeada con toda intención de tu madre), y más con esas luces intensas que sólo servían para dañar más tu ya precario estado visual.

Cuando volvieron a casa, después de 1  hora y 30 minutos, tu madre, más tranquila y satisfecha por el castigo ejemplar que te ha hecho; se limita a darte otra taza de café, que ésta vez sabe mejor y te manda a dormir.

Para ese momento, lo que has vivido comienza a parecerte divertido y sin duda, algo que escribirás algún día como un grato recuerdo de tu primera visita a Baco.

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Travesía Etilica

Afortunadamente, o tal vez lamentablemente, según sea el punto de vista, no tengo muchas anécdotas que tengan que ver con el consumo de alcohol (al menos de mi parte),  sencillamente no lo acostumbro mucho, seguramente por todas las veces que me toco lidiar con mi hermano en la preparatoria, cuando le daba por aparecer por ahí en estado inconveniente, mientras yo tenia que ingeniármelas para llevarlo a casa sin que ni los profesores ni mis padres se dieran cuenta de lo que ocurría.

Tal vez sea por la vez que la fernandota casi viola a mi hermano (fernandota era amiga mía, y era enorme en todo sentido, además de tener la mala costumbre de embriagar a los chicos para poder “abusar” de ellos) pero preferí ahorrarme todas las molestias, sinsabores y vergüenzas que puede acarrear embriagarse.

Lamentablemente jamás pude aprender del todo la lección, por lo que si tengo alguna que otra aventura en ese sentido, una de las más memorables (bueno, tal vez seria memorable si pudiera recordar todo lo que ocurrió) fue la ocasión que decidí acompañar a un amigo a una fiesta. Este hecho en si mismo no es en absoluto extraño ni relevante, lo que si es curioso es que el susodicho amigo no podía tomar, debido a una extraña condición que le impedía moderar su carácter en ciertas circunstancias, y por la cual estaba bajo tratamiento médico.

Heme ahí, acompañando de mala gana a un amigo, para cuidar que no le pasara nada, ni cometiera ninguna imprudencia, en la parte más recóndita del norte de la ciudad y sin mucho dinero. Después de una larga travesía, llegamos finalmente al lugar de la fiesta, un lugar tan alejado y desolado que no tenía alumbrado público y en el que el viento aullaba de manera tétrica.

Una vez consumidas las primeras cervezas, el lugar no me pareció tan inhóspito, y hasta la pudimos pasar bien, hasta que a mi amigo se le ocurrió tomar unas cervezas a escondidas, y paso lo inevitable, se puso hecho una fiera, tratando de golpear a un sujeto que ni siquiera se nos había acercado. Finalmente los dueños de la casa optaron por sacarnos, y yo, de mal humor comencé a caminar de regreso a mi casa.

Llegados a este punto de la narración es importante aclarar dos cuestiones: en primer lugar tengo la extraña tendencia a perder el sentido de la orientación durante las noches, ignoro la razón por la que me pasa, ya que siempre viajo a pie y en autobús, y rara vez dejo de llegar a mi destino, pero en las noches sencillamente siempre tomo los caminos equivocados. El segundo punto a aclarar es que la zona donde vivo se ha ido construyendo por épocas, además de que hay demasiadas montañas y barrancos, por lo que las calles son siempre irregulares, hay demasiadas curvas, desviaciones y vueltas sin sentido.

Una vez aclarado esto, no resultará tan extraño el que nos perdiéramos, a pesar de que sencillamente nos limitamos a tomar una avenida que supuestamente pasa cerca de mi casa, pero que por alguna razón terminó en un camino sin salida, dejándonos como única opción el tomar un camino secundario que eventualmente se volvió una calle de tercería, posteriormente un camino rural y finalmente, bosque salvaje, sin ninguna clase de camino ni forma de orientarnos. Afortunadamente, mi amigo no se quejó de nuestra suerte, ni cuando nos expulsaron de la fiesta, ni cuando caminamos tres horas en el frío, ni cuando terminamos perdidos en la mitad del bosque. Ni siquiera cuando nos comenzó a perseguir una manada de perros se quejó, ah, por que al final terminamos escapando de una mandada de perros que al parecer tenían bastante hambre y consideraban que seríamos un buen desayuno.

Después de tanta mala suerte, la fortuna se apiadó de nosotros, y quiso que en ese momento fuéramos pasando cerca de un rancho, donde el sonido de los perros despertó a un anciano que decidió salir a ver que ocurría, no sin olvidar su bat de baseball, por si hacía falta. Después de espantar a los animales, el anciano nos miró con cara de pocos amigos y nos preguntó que es lo que estábamos haciendo ahí. Después de referirle nuestra triste historia, nos sonrió con una cara un poco más amable, nos indicó que todavía faltaban como tres horas para que hubiera transporte, pero que en cuanto amaneciera nos llevaría.

Nos invitó a pasar a su casa, para así resguardarnos un poco del frío, una vez adentro, el buen anciano despertó a un joven al que nos presentó como su yerno, al que mandó a encender un buen fuego para entrar todos en calor, acto seguido nos ofreció un té, mismo que aceptamos gustosamente, no sin sorprendernos de las hierbas de aspecto extraño que utilizó en su preparación, “té de monte” se limitó a decir, sin explicarnos más sobre la naturaleza de este brebaje.

Una vez preparada la bebida, nos preguntó si queríamos “piquete” en la nuestra, he de confesar que con el frío que hacía, me pareció lo más prudente aceptar, no sin aclararle al buen hombre que mi amigo tenía prohibido el consumo de alcohol, por lo que a él le sirvieron su bebida sola. Personalmente supuse que dada la evidente humildad de aquel señor, utilizaría alguna bebida de baja calidad, como mezcal o aguardiente, para aderezar el extraño té de monte, suposición que pensé confirmada después del primer trago, ya que era una bebida extremadamente fuerte.

A pesar de que decidí beber lo más lento posible, poco a poco me invadía el calor que sólo el alcohol puede brindar a un ser humano, aunque nuestro amable anfitrión no tuvo esos reparos, rápidamente termino su bebida y se dispuso a prepararse otra; por lo que finalmente averigüé qué tipo de alcohol había usado. Imposible imaginar mi horror cuando me di cuenta que aquel buen señor estaba bebiendo alcohol etílico, de esos que venden en las farmacias para los botiquines, y que evidentemente yo también había estado tomando de aquel veneno.

Aún cuando decidí dejar de beber de aquel extraño té mezclado con alcohol etílico, rápidamente mi juicio se fué nublando, al parecer discutí con el yerno del anciano a causa de un tapete del cual ninguno de los dos sabíamos la procedencia, pero que yo utilizaba para protegerme del frío,  posteriormente y por alguna razón, decidimos ir a la casa de mi amigo y me quedé dormido en la banqueta de su casa con todo y tapete (parece que gane la discusión sobre el tapete) al más puro estilo vagabundo. Finalmente terminamos durmiendo en la tienda en la que en ese entonces trabajaba, (afortunadamente para nosotros, el dueño no visitó la tienda sino hasta la mitad de la tarde).

Lo que si recuerdo con claridad es que desperté con uno de los malestares y dolores mas horrendos que he sentido desde que tengo uso de razón,  además de la incomodidad de dormir en una silla, y no tener algo decente que beber para despejar la mente, definitivamente, el té de monte y el alcohol etílico no son la opción para pasar una buena noche de copas.

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Fiesta decembrina

Muchas son las historias que uno puede contar con respecto a la ingesta de alcohol, ya sean propias o ajenas siempre hay una en tu memoria que te sigue haciendo reír al pasar de los años.

Tengo tres o cuatro que vale la pena compartir, trataré de escribir la mejor.

Era una reunión de compañeros de la prepa, acudimos todos ansiosos para festejar el cumpleaños de la anfitriona, ponernos al corriente con las noticias, los hijos y los trabajos de cada uno. Eran las dos y media de la tarde y tan sólo éramos siete personas. Después de abastecernos con suficiente alcohol para todos y comer pizza (una de champiñón con aceituna a petición de la cumpleañera y otra de salami y jamón) nos fuimos relajando, algunos llegaron, otros se fueron, poco a poco la fiesta crecía.

Recuerdos nostálgicos de las aventuras que vivimos juntos, un poco de canto en memoria del viejo coro de musiquines, más alcohol. Llegan nuevos y la fiesta sigue, yo, cada vez más entrada en copas y con un poco de torpeza tiré el vaso de cerveza, después otro que no recuerdo pero un amigo comenzó a contar.

Llegó la tercera caída, sobre los pantalones de un amigo que nunca toma alcohol. La música ameniza la situación, un poco de limpieza y llega la cuarta caída que francamente no recuerdo, tan sólo el vago sonido de mi amigo diciendo “Ya van cuatro”. Me puse un poco violenta con el anfitrión, quien no mencionó que tenía zancos cuando estaba lo suficientemente sobria para poder utilizarlos. Unos golpes, después un fuerte empujón contra la puerta hace que me de cuenta de la triste realidad, ya no mido mis fuerzas. La anfitriona me aparta y después de pedir perdón y asegurarme de que no me había ganado el odio de él, seguí bebiendo.

La quinta caída es un poco más dramática, una combinación entre una caguama mal puesta y la torpeza del alcohol ocasionan el trágico deceso. Quien llevaba la cuenta de las caídas hace alarde de estar suficientemente sobrio para recordar el mágico número. Fui confinada a pasar un tiempo en el cuarto mientras limpiaban e intentaron que mi borrachera disminuyera. Después de cinco minutos de aburrición y habitación giratoria, escapé “sigilosa”, al llegar al charco de cerveza, como era lógico y predecible, caí.

Ojos intimidantes se centraban sobre mí, la mayoría moviendo la cabeza en gesto de desaprobación, después viene la inevitable risa, un poco de suspenso y al ver que no me movía, acudieron a preguntarme si estaba bien. Era la risa la que me tenía inmóvil. No recuerdo cuántos fueron, quizá más de cuatro, los que me ayudaron a levantarme. Mi hermano se preocupa y quiere que por lo menos me siente, me negué ante la posibilidad de sentirme peor, salí para no marearme.

Veinte minutos después acusé una cortadura en la mano, fui con el anfitrión quien también es paramédico, dice que todo estará bien y seguí con las conversaciones sin sentido. Pedí consejos teatrales a un amigo, conversé sobre algo que no recuerdo con otro, después fui con otra amiga a quien no veía hace mucho. Le dije que antes no me agradaba pero que en éste día le había tomado mucho cariño, ella respondió que siempre me quiso y siempre le agradé. Nos abrazamos.

Llegó mi mejor amiga con su novio, el cual estaba molesto conmigo y yo ignoraba la razón. ¿Qué mejor momento para aclarar las cosas que cuando tienes muchos litros de alcohol en tu sistema?. Hablamos, no quiso decirme por qué estaba enojado, después confesó que llegó con ese sentimiento pero al verme me perdonó. Reiteramos el mutuo cariño y admiración, que esperábamos contar el uno con el otro.

Entré y pedí que no me sirvieran más líquido embriagante. Memoricé los nombres de todos aquellos que no conocía, en un intento por demostrar que no estaba tan mal como pensaban, después adentro lo mismo. Con dificultades pero lo logré.

Platicando con un amigo nuevo le dije que su acompañante se parecía demasiado al primo de mi mejor amiga. Él volteó a verme extrañado y dijo “Soy yo”. Un poco de shock, la noticia era demasiado para mí y no pude evitar esparcirla por toda la habitación. Otra nueva amiga intenta convencerme de seguir bebiendo si así lo quiero, decido sostener la botella vacía para no empeorar mi situación. Salí a relajarme y mi amigo me dice, “¿Quieres rastas?” me hace tocar dos cabezas, uno de ellos corrige “Son dreadlocks”, estoy de acuerdo con la corrección, seguimos conversando.

Mi hermano se disculpa con todos, la opinión general es que no importa “Fhercha es muy chida”. De igual modo me disculpo con todos, alegando que no quería que me conocieran así de mal. Uno de los recién conocidos dijo “No importa, no te preocupes, tu eres así y así eres chida. Fhercha es muy chida” Brindamos ante la afirmación, yo con mi botella vacía, entré a dejarla pues resultaba un riesgo portarla en caso de caer de nuevo.

Una llamada de mi novio, traté de explicarle mi estado con toda naturalidad y terminé gritándole y exigiéndole que me dijera que me ama. Después de tres minutos de llamada, fui arrastrada a la fiesta por mi mejor amiga para ser presumida como “Su mejor amiga de todo el universo”. Circulé por la fiesta, todo giraba a mi alrededor. Los demás siguen tratando de sentarme y yo simplemente no considero que sea lo mejor para mí.

Minutos después, un amigo ofreció llevarnos a mí y a mi hermano a casa, apresuradamente corrí por mis cosas, me despedí de todos, intercambié teléfonos y correos. Pedí disculpas por las agresiones y accidentes ocurridos, subí al auto. El viaje resulta toda una experiencia, me concentro para tratar de no marearme, la conversación sigue recordando viejas historias, finalmente llevamos. Después de intentar vaciar mi estómago (que estaba completamente vacío) con la finalidad de sentirme mejor, tomé un vaso de agua y fui a dormir.

Fueron trece horas de alcohol ininterrumpido, definitivamente creo que cualquier persona que no dedique su vida a la ingesta etílica comprende lo que significan tantas horas para el sistema. He determinado que pude terminar mucho peor. Hice la promesa de no volver a hacerlo, lo disfruté mucho, me divertí bastante y conviví con viejos amigos y nuevos conocidos, pero existen formas más sanas de hacerlo.

Al día siguiente descubrí que los dreadlocks que toqué, pertenecían a uno de los percusionistas de “Rastrillos”.

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